La nave va
Rodeado por los restos de un pasillo circular, los que perduraron del terremoto del 85 se encuentran el comedor y la sala del Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno. Es una dedicatoria chiflada del arquitecto del hospital al Dr. Rafael Moreno Valle, charro, quien fuera secretario de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia en el gobierno de Díaz Ordaz; el edificio es una silla de montar charra y la otra parte la cabeza, los pabellones son el lienzo charro, un monumento a la locura en tierra de desvaríos. Al oriente del patio, en el pabellón de niños, varios internos se han escapado a las actividades programadas.
Entre ellos está Miguel, interno y fotógrafo. Contento de vernos, corre hacia nosotros y nos lleva a su dormitorio para conversar brevemente. Él es el único interno con varios lockers, en donde guarda colecciones, muchas de sus creaciones y donde celosamente guarda las cámaras de La nave va. Nos habla de la selección de fotos y videos para el cortometraje y también nos cuenta que su cámara no sirve, ya no carga. Pero lo llama la enfermera y no podemos platicar más.
Caminamos hacia la capilla por una vereda florida, junto con un montón de embatados que toman notas. Allí está Alejandro, también fotógrafo del proyecto. No recuerda dónde está su cámara, nos dice –Lo malo es que tengo un locker, pero lo tengo lleno de bolsas, tenis y de una que otra chiva. - ¿Por qué no estuviste para la selección de fotos? Preguntamos. –Porque estaba…, pues no sé ni dónde estaba, nos dice.
Alejandro nos cuenta de tres de sus fotos favoritas. La primera fue de las flores de un jardín que formaba un auténtico ramo de flores. Una planta afuera de su pabellón fue la protagonista de una serie de fotos, recuerda que vio crecer la planta desde muy pequeña hasta que llegó a la pared, iba muy bien, pero ya la cortaron. La última fue de una niña con un ramo de flores adentro de la capilla. Nos pregunta que cuándo será lo del auditorio y las fotos, -con suerte vuelven a venir las niñas, dice, y se despide; no sabe a dónde, pero se va.
Roberto está dentro de la capilla-taller. No tiene su cámara a la mano. Nos cuenta cómo hizo su video: vio que la luz le llegaba onduladita, de pronto mucha luz, de pronto poca; primero enfocó las mesas del taller, de un lado y después de otro, al final a los maestros para la foto de recuerdo, ¡Y les juro que nunca había manejado una cámara de esas, digital, de alta tecnología! Nos dice; después el altar, al Niño Dios que tiene el ropón, ahí cuadró el lente, y luego, así más cerca, de un ladito, a la Virgen Santísima con el lente abierto; y luego los vitrales, a San Francisco de Asís, después salió poco a poco, enfocó el camino general con luz de sol, llegó al grupo y tomó una foto de recuerdo; luego las cruces, la Santa Cruz de madera, la blanca, las metálicas; luego la foto del recuerdo, nada más las cuadró (escucha esta conversación en el podcast Luz de sol en la capilla)
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Llaman a la hora de la comida. Se va Roberto. Se van todos. Se apaga el ruido y el alboroto, los pasillos están vacíos. Es hora de regresar a la UAM.
El proyecto de servicio comunitario “La nave va” es una propuesta para acercarnos a la salud mental de otra forma. Un acercamiento a otro ser humano es la propuesta, no el acercamiento a una persona enferma, patologizada, prejuzgada. El resultado es un producto al que también podemos acercarnos despatologizando a sus productores: materiales artísticos, fotografías, recuerdos que nos enseñan su forma de ver el mundo, tan válida y tan parte de nuestra sociedad como la nuestra. En este artículo del quinto número de Enlaces Xochimilco, el Mtro. Alberto Carvajal nos cuenta más sobre su proyecto.