La Dra. Marisa Cabeza Salinas, desarrolla investigaciones en el campo de la identificación de nuevos compuestos esteroidales con acción antiandrogénica, como medicamentos para tratar la hipertrofia prostática benigna y el cáncer de esta glándula. Asimismo, participa en diferentes investigaciones acerca del efecto de nuevos compuestos esteroidales de actividad progestacional o antiprogestacional para tratar problemas como la endometriosis, temas en los que tiene numerosas publicaciones en revistas internacionales de alto impacto.

Los esteroides son hormonas que se producen naturalmente en el cuerpo humano y en el de otros animales a partir del colesterol. Estas hormonas se sintetizan en diferentes tejidos del cuerpo y pueden detectarse en la sangre. Las plantas también son una fuente productora de estas interesantes moléculas.

Los esteroides, esencialmente la testosterona que producen los varones en el testículo, son los que les proporcionan las características sexuales secundarias. Con base en eso, muchos investigadores del pasado buscaban en los esteroides la fuente de la eterna juventud, por lo que se empezaron a inyectar extractos de testículo de buey sin poder recuperar con esto la ansiada juventud. No obstante, siguieron en su empeño hasta aislar e identificar los esteroides gonadales que hoy conocemos tanto del ovario como del testículo. Los estudios de Gregory Pincus en los años 50 llevaron a la conclusión de que el tratamiento con estrógenos a mujeres infértiles no estimulaba la ovulación, sino por el contrario, detenía la madurez de los folículos ováricos, descubrimiento que sentó la base para desarrollar la terapia anticonceptiva que se aplica hasta nuestros días.

Los métodos anticonceptivos de los que se disfruta hoy en día ya no son los estrógenos ováricos que se aislaron inicialmente, sino que son esteroides modificados que producen la anovulación identificada en la terapia con estrógenos, pero con mínimos efectos adversos.

En mis primeros años en la UAM era muy difícil hacer investigación porque no contabamos con una buena infraestructura; en colaboración con la Dra. Beatriz García Fernández desarrollamos una pomada antiacné y nos dimos a la tarea de patentarla; el proceso tardó como 5 años porque no había una cultura para patentar. La nuestra fue la primera patente registrada por la UAM. El siguiente paso fue licenciar la patente, nos entrevistamos con muchos laboratorios farmacéuticos, pero a nadie le interesó la patente y abandonamos el proyecto por falta de apoyos.

A partir de entonces, todos los resultados que he obtenido en mis investigaciones han sido publicados en revistas científicas y estas publicaciones han dado origen y pie a muchos otros trabajos. He tenido el privilegio de que reconozcan mi trabajo y me citen en muchas investigaciones relacionadas con estos estudios, podría decir que el trabajo realizado a lo largo de mi vida me ha dado enormes satisfacciones.