Más allá de las fronteras
La autoestima de los mexicanos
Me llena de tristeza ver tanto a mexicanos como a latinoamericanos percibirse con la idea de que no “somos muy buenos”; según ellos los buenos son los estadounidenses o los europeos. Personalmente tardé varios años para percibir que México no es un país cualquiera, es una potencia. La autoestima de muchos mexicanos a nivel nacional es baja.
En gran medida se trata del miedo, pero no cualquier miedo, su apellido es el fracaso. Sin embargo, haber fallado en algo no se trata solamente de fracasar, sino de hacer experiencia. Mientras más veces falles más oportunidades tienes de aprender de tus errores, ¡El mundo lo dice a gritos! Microsoft, Google, Facebook… todos sus creadores tuvieron muchos fracasos y aprendieron de ellos. El común denominador de estar abajo debe ser levantarse, con más experiencia y ánimo de seguir adelante.
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La percepción sobre los mexicanos no cambiará en el extranjero si nosotros también la creemos. Siempre llevo en todo momento mi “disfraz”, mi piel morena, sinónimo de un país pobre. En Inglaterra en una ocasión la profesora de mi hijo me explicaba su desempeño y hacía una voz lenta, más fuerte y con ademanes, algo como “TU HIJO MUY BUENO, ESO GE-NI-AL”. La segunda vez que lo hizo me sentí ofendido, es humillante. Cerré los ojos y le dije “por favor, no mueva los brazos”. Me miró retante,(retadora) me cuestionó sobre mi ocupación y trayectoria y a medida que le conté sobre mi empleo en la Universidad y mi grado de doctorado fue haciendo, poco a poco, una conversación más normal.
Pero esa misma actitud no me pasa únicamente en el extranjero. Impartí un curso en inglés en la Maestría en Economía y Gestión de la Innovación de la UAM hace algunos años y al final algunos alumnos se acercaron a platicar un poco. Una alumna me dijo “¿Y cómo le hiciste para llegar tan lejos si tú te ves bien mexicano?”. De inmediato me sentí ofendido, pero no perdí los estribos; al final todos podemos, es cuestión de esfuerzo, eso le dije.
Es una guerra a diario. Vivo en una comunidad pequeña y ya saben “pueblo chico, infierno grande”. La mayor parte de la gente me conoce y la percepción sobre mí cambia a cada momento. Primero era “el mexicano”, después “el chico de la bicicleta con traje” porque es mi medio de transporte favorito y la uso para ir a trabajar. Al final soy “Alfonso, el que tiene un cargo en la Universidad”. Son estereotipos que ellos crean a cada momento.
Después de trabajar en varios países y dominar varios idiomas tuve la oportunidad de postular para la posición de Vicerrector de Asuntos Internacionales en la University Of East Anglia. Es lo mejor, trabajar en este puesto me hace muy feliz. No obstante, siempre pienso en no caer en un extremo de soberbia que, de otras personas, incluso a mí me ha afectado. Cuando comienzas con jerarquías, ya sea de un lado u otro, siempre hay problemas, muchos problemas; eso daña la comunicación humana increíblemente. Cuando salí del vientre de mi madre dijeron “este va a ser Alfonso” y así pido que me llamen, no nací con el título de doctor. Exigir que te llamen por tu grado son tonterías, daña la comunicación humana en un grado increíble.